"El hombre es un dios cuando sueña
y un mendigo cuando reflexiona"

Hölderlin

sábado, 5 de marzo de 2011

SOBRE PADRES E HIJOS

DE LA PIETAS VIRGILIANA A LAS RELACIONES MODERNAS.

            En este artículo compararemos las relaciones entre padres e hijos, transmitidas fundamentalmente por la literatura, desde la antigüedad grecorromana hasta nuestros días deteniéndonos en el siglo XVII y en los ejemplos literarios del s.XX y principios del XXI.
Nuestra educación y nuestras relaciones paternofiliales distan mucho de lo que eran en Roma y en la tradición mitológica griega. Con el propósito de dotar a Roma de un pasado heroico y mitológico que coincidiese con el del mundo helénico Virgilio nos cuenta en la Eneida el viaje que llevó a cabo Eneas desde su Troya natal hasta la ciudad que más tarde se conoció como Roma.

<<Di patrii, servate domum, servate nepotem.
Vestrum hoc augurium, vestroque in numine Troja est.
Cedo equidem nec, nate, tibi comes ire recuso.
Dixerat ille; et jam per moenia clarior ignis                                705
Auditor propiusque aestus incendia volvunt.
Ergo age, care pater, cervivi imponere nostrae;
Ipse subibo humeris, nec me labor iste gravabit.
Quo res cumque cadent, unum et commune periclum.
Una salus ambobus erit. […]>>                                                 710

<<¡Dioses de nuestros padres, salvad mi casa y mirad por mi nieto!
Ese presagio es vuestro. Troya está a vuestro amparo.
Sí, me pongo en camino, hijo; no me resisto a acompañarte.
Deja de hablar. Ya se percibe más intenso el crepitar del fuego
Por la ciudad y las llamas van rodando más cerca su ardiente borbollón.
Ea, padre querido, monta sobre mi cuello, te sostendré en mis hombros.
No va a agobiarme el peso de esta carga. Y pase lo que pase,
Un ha de ser el riesgo, una la salvación para los dos. […]>> En: Virgilio: Eneida, Libro II.


En el pasaje que nos ocupa vemos cómo dialogan Eneas y su padre Anquises. Encontramos en el primer verso (702) a Anquises, en situación desesperada con la que se fomenta el patetismo (que, además, en la traducción al español está entre exclamaciones), rogando a los dioses que protejan su casa y a su nieto Ascanio[1]. Es una escena de conmoción y de gran velocidad pero ésta se detiene un momento para una pequeña descriptio, para que el lector pueda captar la magnitud de la tragedia en esa situación cuando se habla de las llamas[2] sobre la ciudad de Troya (705-706). Entonces Eneas le pide a su padre que se monte sobre su cuello para llevarle a un terreno seguro y salvarse así. Vemos en el texto cómo ambos hablan en primera persona y cómo la escena cobra realismo gracias al uso de los determinantes posesivos y pronombres personales en primera persona ( Salvad mi casa / mirad por mi nieto / mi cuello / mis hombros / me pongo en camino / me resisto…), y lo mismo sucede con los pronombres en segunda persona (Acompañarte / Te sostendré). Eneas podría haberse marchado pero es aquí donde se muestra el tema de la pietas romana, tratada por Virgilio y teorizada por otros autores de la época, sobre todo por Séneca y Cicerón en Sobre las leyes. La pietas es la virtud romana basada en la lealtad, el respeto y el sacrificio por la comunidad en la que se vive, sobre todo la familia. Desde la concepción de esta virtud un hijo jamás abandonaría a su padre. Por eso Eneas dice <<te sostendré en mis hombros. / No va a agobiarme el peso de esta carga. Y pase lo que pase / uno ha de ser el riesgo, una la salvación para los dos[3]>>. Precisamente esta última frase, desde una perspectiva semántica, aumenta el dramatismo, el valor de la pietas y la potencia lírica del diálogo con la oposición entre el riesgo y la salvación, más aún cuando Eneas confirma que el destino será el mismo para los dos al resaltar la unicidad: <<Unum et commune periclum, / una salus ambobus erit >> (709-710).


            Entonces Eneas coge a su padre y a su hijo Ascanio y se marchan de Troya. Ese es el momento que representa Gian Lorenzo Bernini en su escultura Eneas, Anquises y Ascanio, realizada dieciséis siglos después de la redacción de la Eneida. En ella vemos a Anquises sobre los hombros de su hijo llevando en las manos los Penates, dioses romanos que protegían el hogar, y, siguiendo por detrás a Eneas, el pequeño Ascanio que lleva en la mano el sagrado fuego del hogar. Como en las esculturas más representativas del periodo barroco vemos como Bernini consigue presentar el movimiento en el mármol esculpido. Contaba tan solo veintiún años cuando la realizó (1618-1619), por esto y porque la escultura tiene la forma de una torre (propia de finales del s.XVI), los rostros de los personajes están dispuestos de forma vertical (uno encima de otro) y la postura de los personajes (sobre todo la de Anquises) tienen una forma un poco “retorcida”, muchos expertos coinciden en afirmar aquí la influencia manierista de su padre Pietro, escultor de gran talento de quien Gian Lorenzo aprendió el oficio. Era lo normal en aquella época, el hijo, sobre todo el mayor, aprendía el oficio del padre y acababa ocupando su puesto en el gremio.
            Avanzando en el tiempo encontramos dos textos que, a primera vista, tienen dos puntos de unión muy claros. Ambos están escritos en el siglo XX y ambos tienen un carácter autobiográfico pero la voz se halla a una cierta distancia de aquello de lo que está hablando. Además se trata de textos de dos de los escritores más influyentes y representativos del s.XX. Me refiero a Brief an der Vater (Carta al padre)[4] de Franz Kafka y a Les mots (Las palabras) de Jean-Paul Sartre.

<<La imposibilidad de una relación serena tuvo otra consecuencia, por otra parte muy natural: perdí la facultad de hablar. Es probable que, de todos modos, no hubiese llegado a ser un gran orador, pero sin duda habría dominado el lenguaje fluido, habitual entre la gente. No obstante, ya muy temprano me prohibiste hablar; tu amenaza: “¡No te atrevas a replicarme!”, y tu mano alzada al proferirla, son dos cosas que me acompañan desde siempre. Frente a ti –eres un magnífico orador cuando se trata de lo tuyo-, adquirí una forma de hablar entrecortada, balbuciente, pero incluso eso te parecía excesivo, y acababa por callarme, al principio quizá por obstinación, y después porque no podía ni pensar en hablar en tu presencia. Y por ser tú efectivamente mi educador, todo eso tuvo en mi vida una repercusión generalizada. Cometes un notable error si crees que nunca me he sometido a ti. “Llevar siempre la contraria” no ha sido realmente mi norma de conducta contigo como tú piensas y me reprochas. Al contrario: si te hubiese obedecido menos, seguro que estarías más contento de mí. Lo cierto es que todas tus medidas educativas dieron en el blanco; no esquivé ninguno de tus golpes; en mi actual manera de ser, soy (exceptuando naturalmente los principios y las influencias de la vida) el resultado de tu educación y de mi docilidad. El hecho de que este resultado te parezca a pesar de todo lamentable y que incluso te resistas inconscientemente a admitirlo como resultado de tu educación, se debe justamente a que tu mano y mi material han sido siempre tan extraños entre sí. Decías: “¡No te atrevas a replicarme!” y así querías reducir al silencio las fuerzas contrarias que te eran desagradables; pero este influjo era para mí demasiado fuerte, yo era demasiado dócil, enmudecía totalmente, me escabullía de tu presencia y sólo me atrevía a moverme cuando me había alejad tanto de ti que ya no me alcanzaba tu poder, al menos de un modo directo. Pero ahí estabas tú, frente a mí, y todo volvía a parecerte que estaba “en contra”, cuando no era más que la consecuencia natural de tu energía y de mi debilidad >>. En: Kafka, Franz: Carta al padre (1919)

            El texto de Kafka está escrito en primera persona y nos habla de la educación burguesa típica de finales del s.XIX. En él hace un monólogo en el que le habla directamente a su padre, algo que se ve muy bien si prestamos atención a las formas personales de los verbos y a la oposición entre los determinantes y pronombres personales de primera y segunda persona (me prohibiste, tu amenaza, no te atrevas a replicarme, tu mano, me acompañan, callarme, te parecía, tu presencia, etc.). En primer lugar, vemos como el texto está escrito años después de la infancia de Kafka ya que casi todos los verbos los encontramos en distintas formas de pasado. Los verbos que expresan acciones los encontramos en pretérito perfecto simple (prohibiste, adquirí, dieron, esquivé, etc.), las consecuencias de estas acciones las encontramos en pretérito perfecto compuesto (he sometido, ha sido) y las acciones repetidas o prolongadas en el tiempo las encontramos en pretérito imperfecto (parecía, acababa, podía, decías, querías, eran, era, etc.) Pero aunque Kafka hable de su educación en el pasado lo hace desde un momento presente en el que se dirige a su padre para hablarle de las consecuencias de la educación que éste le dio. En 1919, cuando el autor checo escribió la Carta, su padre estaba vivo, por eso él habla desde el presente, algo que podemos ver en este fragmento << Cometes un notable error si crees que nunca me he sometido a ti. “Llevar siempre la contraria” no ha sido realmente mi norma de conducta contigo, como tú piensas y me reprochas >>.
            En este fragmento Kafka habla en particular de una de las consecuencias de la educación que recibió de su padre, la incapacidad de dominar un lenguaje fluido porque cuando hablaba con él lo tenía que hacer de forma “entrecortada, balbuciente”. Para él la causa está muy clara y nos lo hace ver en repetidas ocasiones con la oposición semántica entre la fuerza del padre y la debilidad del hijo (“tu educación y mi docilidad”, “tu mano y mi material”, “este influjo era para mí demasiado fuerte, yo era demasiado dócil”, “tu energía y mi debilidad”).
            Algo muy distinto vemos en el texto de Jean-Paul Sartre[5]. En este texto Sartre habla de su infancia que, precisamente, se caracterizó por la ausencia de la figura paterna.

<<Il n’y a pas de bon père, c’est la règle; qu’on n’en tienne pas gief aux hommes mais au lien de paternité qui est pourri. Faire des enfants, rien de mieux; en avoir, quelle iniquité! Eût-il vécu, mon père se fçùt couché sur moi de tout son long et m’eût écrasé. Par chance, il est mort en bas âge; au milieu des Enées qui portent sur le dos leurs Anchises, je passe d’une rive à l’autre, seul et detestant ces géniteurs invisibles à cheval sur leurs fils pour toute la vie; j’ai laissé derrière moi un jeune mort qui n’eut pas le temps d’être on père et qui pourrait être, aujourd’hui, mon fils. Fut-ce un mal ou un bien? Je ne sais; mais je souscris volontiers un verdict d’un éminent psychanalyste: je n’ai pas de Sur-moi.
Ce ne pas tout de mourir: il faut mourir à temps. Plus tard, je me fusse senti coupable; un orphelin conscient se donne tort: offusqués par sa vue, ses parents se sont retires dans leurs appartements du ciel. Moi, j’étais ravi: ma triste condition imposait le respect, fondait mon importance; je comptais mon deuil au nombre de mes vertus. Mon père avait eu la galanterie de mourir à ses torts: ma grand-mère répétait qu’il s’était dérobé à ses devoirs; mon grand-père, justement fier de la longévité Schweitzer, n’admettait pas qu’on disparût à trente ans; à la lumière de ce décès suspect, il en vint à douter que son gendre eût jamais existé et, pour finir, il l’oublia. Je n’eus même pas à oublier: en filant à l’anglaise, Jean-Baptiste m’avait refuse le plaisir de faire sa connaissance. Aujourd’hui encoré, je m’étonne du peu que je sais sur lui.>> En: Sartre, Jean-Paul: Les mots (1964)


             Jean-Baptiste Sartre murió cuando Jean-Paul tenía quince meses, << en filant à l’anglaise, Jean-Baptiste m’avait refusé le plaisir de faire sa connaissance. Aujourd’hui encore, je m’etonne du peu que je sais sur lui >>. Aquí Sartre también habla del pasado desde el presente pero el tono es totalmente distinto al de Kafka, seguramente porque la educación en la Francia del s.XX era muy distinta a la de la Praga decimonónica. Muy lejos ya de la pietas romana, en la sociedad de masas del s.XX, el padre se ha vuelto una carga para el hijo de tal forma que la relación paternofilial se invierte, Sartre no ha tenido la oportunidad de conocerlo pero lo reconoce: <<J’ai laissé derrière moi un jeune mort qui n’eut pas le temps d’être mon père et qui pourrait être, aujourd’hui, mon fils >>. En este momento Sartre retoma las figuras de Eneas y Anquises para reconocer que él ha tenido la suerte de no tener que cargar con su padre: << Par chance, il est mort en bas âge; au milieu des Énées qui portent sur le dos leurs Anchises, je passe d’une rive à l’autre, seul et destestant ces géniteurs invisibles à cheval sur leurs fils pour toute la vie>>, la pietas romana ha desaparecido totalmente, de hecho <<Il n’y a pas de bon père, c’est la règle; qu’on n’en tienne pas grief aux hommes mais au lien de paternité qui est pourri >>, algo impensable en el mundo clásico.
Además vemos en este texto cómo el respeto temeroso que se tenía en el s.XIX a la figura del padre se ha ido perdiendo y cuando el parisino nos habla del suyo lo hace con un tono sarcástico: << Ce n’est pas tout mourir: il faut mourir à temps. Plus tard, je me fusse senti coupable >>; más precisamente cuando habla de sus abuelos y del “enfado” que ellos tenían ante la defunción de Jean-Baptiste: << Mon père avait eu la galanterie de mourir à ses torts: ma grand-mère répètait qu’il s’était dérobé à ses devoirs; mon grand-père, justamente fier de la longevité Schweitzer, n’admettait pas qu’on disparût à trente ans; à la lumière de ce décès suspect, il en vint à douter que son gendre eût jamais existé et, pour finir, il l’oublia >>. Y, dentro de este tono sarcástico, el parisino nos deja una pincelada de su filosofía existencialista en la cual el individuo, en su absoluta soledad y ante la opacidad del mundo, construye su vida a partir de sus propios principios y virtudes: << Moi, j’etais ravi: ma triste condition imposait le respect, fondait mon importance; je comptais mon deuil au nombre de mes vertus >>. En el tema que nos ocupa, y sin caer en determinismos de tipo psicológico, resulta interesante mencionar la posible relación entre una infancia sin padre y una filosofía sin Dios[6] (vistos padre y Dios desde la concepción de creadores del hombre).
Más adelante, ya a principios de s.XXI, sobre el escenario emergente de una nueva Europa, encontramos el fragmento de De padres e hijos[7], de Emil Hakl, en el que se muestran ciertas similitudes y diferencias entre la Chequia decimonónica de la infancia de Kafka y la Chequia post-soviética, entre la educación antigua y la actual.

<<Miré alejarse las luces del taxi. Vi cómo detrás de la puerta ondulaba un trozo de gabardina blanca cogido en ella. […]
La próxima vez serás más simpático… empezó de nuevo a farfullar el demonio: ¡Serás más paciente! ¡Es tu padre! ¡El tío que te educó! ¡Es la única persona en el mundo que tiene paciencia contigo!
Me metí por las calles laterales en dirección aproximada hacia la plaza Redonda. Sentí que necesitaría tomar urgentemente un café.
¡Es tu viejo!, añadió Satanás bajo la caldera, hasta que zumbaron las tuberías: ¡Quién sabe cuántas veces más le verás! ¡Miserable! ¡Desagradecido!
Miré cómo la superficie desigual de la acera volaba bajo mis pies.
A esto, evoqué un acontecimiento de hacía ya bastante más de treinta años. Entonces me trajo de algún sitio una caja llena de coches de juguete, yo me volví loco de alegría y le estampé un beso y él protestó perplejo: “Pero bueno, no exageres, ¡los tíos no se besan, tú eres mayor!” Lo diría más bien como una retórica en el marco de la educación. Sólo que entonces fue el último beso que recibió de mí en la vida. Luego quiso otro, años después, cuando estaba en la cama del hospital antes de una operación y yo estaba delante con una bolsa de naranjas. Pero ya no me salió.>> En: Hakl, Emil: De padres e hijos (2003).

Aunque en este fragmento no sea explícito sí deja entrever en el protagonista, en similitud al texto de Sartre, la falta de temor y el desdén de la figura paterna hasta el punto en que el “demonio”, haciendo de conciencia, debe censurar su actitud: <<La próxima vez serás más simpático… empezó a farfullar el demonio: ¡Serás más paciente! ¡Es tu padre! ¡El tío que te educó! ¡Es la única persona en el mundo que tiene paciencia contigo! (…) ¡Quién sabe cuántas veces más le verás! ¡Miserable! ¡Desagradecido! >>. Luego el protagonista recuerda una situación pasada, la última en que besó a su padre, y éste le replicó de forma tajante, como una reminiscencia de una educación antigua, << Pero bueno, no exageres, ¡los tíos no se besan, tú eres mayor! >> creando así una distancia que más tarde será insalvable. Luego el padre, estando en el hospital, quiso otro beso <<pero ya no me salió >>. Y es que las cosas importantes se aprenden tarde y, lamentablemente, muchas veces entre padres e hijos el último beso es el más deseado pero nunca se llega a dar.
Desde la pietas romana el arte nos ha dado, a lo largo de la historia, numerosos testimonios que nos dejan ver los cambios que se han dado en la educación y en la relación padre-hijo, desde la imposibilidad de abandonar a un padre hasta el alejamiento en el que el último beso nunca se da pasando por la transmisión de una técnica u oficio, la educación represiva y autoritaria, la “inversión” de la relación y la visión de ésta como algo “podrido” (“pourri”). Pero seguimos siendo padres e hijos y, dado el solipsismo y las inseguridades del mundo contemporáneo, la familia es lo único que siempre “está ahí” y, por ello, seguiremos teniendo que aprender a educar y seguiremos teniendo que aprender a amar. Y los ejemplos que nos dan la tradición literaria y las artes de las distintas épocas nos seguirán ayudando en nuestro aprendizaje.


[1] Di patrii, servate domum, servate nepotem. En Virgilio: Eneida Libro II (702).
[2] Et jam per moenia clarior ignis / auditur propiusque aestus incendia volvunt. Ibid. 705-706.
[3] Ipse subibo humeris, nec me labor iste gravabit. / Quo res cumque cadent, unum et commune periclum, / una salus ambobus erit. Ibid. 708-710.
[4] Kafka, Franz: Brief an den Vater (Cartas al padre) (1919). Traducción de Feliu Formosa. Barcelona. Lumen. 2001.
[5] Sartre, Jean-Paul: Les mots (Las palabras). 1964.
[6] La filosofía de Sartre parte de la fenomenología,  corriente filosófica desarrollada a principios del s. XX después de la “muerte de Dios” y de los principios de la metafísica anunciada por Nietzsche. El ser humano ya no tiene un apoyo trascendente, más allá de sí mismo, para crear los principios y valores que rijan su vida o la legislación de los Estados.
[7] Hakl, Emil: O rodicích a dûtech (De padres e hijos) (2003). Barcelona. Melusina. 2008.

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