Esto
tuvo que sentir
el
primer hombre que preguntó a su dios
pero
aquí ya no hay dioses
ni
templos más allá
de los
estadios y los platós de televisión.
Llegar a
donde no se quiere
para
hacer no se sabe bien el qué,
como
aquel hombre,
y haber
perdido las maletas
–peor, que alguien las haya perdido por mí-
y que
nadie dé una respuesta.
¿Juega
Dios a los dados?
Los
dados juegan a Dios.
Nadie
arrojó algo de luz
a la
pregunta de aquel ser
en un
mundo deshabitado
como
estas baldosas,
quizá
haya alguna relación
con que
en este espacio siempre igual
aquí, en
Lima y en Pekín,
no haya
nadie en Atención al Cliente.
Un opaco
silencio
en un
lugar que es siempre igual
pero
nunca el mío,
igual
que le ocurrió a él,
aquel
hombre que también fui yo.
Marcos Yáñez. En "Conversaciones aeroportuarias"
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