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Anselm Kiefer: Teutoburger Wald |
Año 1932: Piccolo Aurelio, Lelo para la familia,
acude como tantas otras veces a Giovanni’s, pequeño restaurante en la zona
oscura de Manhattan famoso por su pasta, con algo de resaca por el whisky de
contrabando que consumió la última de sus grandes noches de charleston. Con el
tiempo ha adquirido un gran kick-step y únicamente bailando siente que vuelve a
ser alguien importante. Había cruzado el Atlántico tras la firma del armisticio
en 1919 pero Nueva York acabó siendo la ciudad de las ilusiones perdidas.
Conoció a Silvia Palermo, que tenía nombre de bosque y traía consigo el Banco
Siciliano para aumentar el patrimonio familiar, y se casó con ella. Aunque la
relación se fue degradando con el tiempo a medida que la repulsión crecía entre
los dos, sabe que el Banco Siciliano es el que le ha salvado de la mendicidad tras
las terribles pérdidas en Wall Street, los palacetes que conserva en Italia ya
no le otorgan ninguna renta. Delante de su plato de pasta piensa en volver a
Italia para recuperar la tradición de las grandes familias como la suya, el dolce far niente provinciano y, quién
sabe, quizá en una nueva vida en casa pueda recomenzar su relación con su mujer
y tener una vida plácida junto a sus hijos.
Año 98 d.c.: Las tropas del emperador
Trajano creen haber encontrado la estrategia adecuada para deparar el principio
del fin de doscientos diez años de guerra contra las tribus teutonas. En esos
mismos instantes el historiador Cornelio Tácito escribe el Germania, crónica militar y descripción histórica de esos dos
siglos de intentos romanos por hacerse con el control de la zona dominada por
lo que los celtas llamaron el bosque herciniano que, según decían, se tardaba
en cruzar a caballo nueve días en su zona más estrecha y más de sesenta a lo
largo. Los germanos se habían creado la fama de ser los más obstinados rivales
de Roma.
Año 1194: En la plaza de Iesi, en la
actual Italia, la emperatriz Constanza muestra ante el pueblo reunido al recién
nacido Federico II de Hohenstaufen, digno nieto de Federico Barbarroja. El
pequeño acabará siendo rey de Sicilia, Chipre y Jerusalén y emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico además de un escritor prolífico e innovador, lo que le
valió el apodo de Stupor Mundi, faro
o asombro del mundo. Hablaba nueve lenguas y despreciaba muchos usos y
convenciones sociales, como el vasallaje y la intolerancia racial o religiosa.
Ordenó que se tomase a un recién nacido y se le hiciese crecer sin ningún
contacto verbal pues estaba convencido de que había una lengua originaria de la
humanidad. Sus sirvientas le traicionaron y le hablaron a escondidas. A los
diez años, al contrario de lo que el rey pensaba, ese niño no hablaba hebreo.
Año 13 d.c.: El grito de venganza
arrojado por el emperador Tiberio resuena por las calles de Roma. Su sobrino
Germanicus es el elegido para encargarse de vengar la muerte de Publius
Quintilius Varus, que con las tres legiones y seis regimientos que comandaba
fue aniquilado en diversas emboscadas en el bosque de Teutoburgo. Germanicus encuentra
los restos de la masacre en el bosque: montañas de cadáveres, cráneos clavados
con estacas, pilas de armaduras. Célebre fue su sentencia “Volverán a correr
ríos de sangre por este bosque”. Dicho y hecho. Tras haber espiado las
posiciones germanas disfrazando de salvajes a dos vigías su ejército aniquila a
todos los participantes de los festivales y rituales en honor del dios Wotan
que se desarrollan en una arboleda sagrada. Germanicus ordena talar la
arboleda, corría el año 17 d.c.
Año 852: El monje Rudolf de Fulda,
centro geográfico exacto de la actual Alemania, cita a Tácito como referencia
para hablar del río Weser, por lo que es probable que una copia manuscrita
permaneciera en la famosa librería del monasterio benedictino, cuna de una gran
tradición de escribanos que acabó siendo siglos más tarde refugio de
dulcinistas y posteriormente de luteranos.
Año 1448: El Papa Nicolás V envía a su
fiel Enoch de Ascoli a Alemania para que lleve a Roma todos los manuscritos
latinos y griegos que pueda acarrear en sus manos. Entre esos libros consigue
un códice manuscrito de la abadía de Hersfeld, cercana a Fulda y de factura,
sin duda, de sus maestros escribanos. El enviado vuelve a Roma en 1455 pero el
Papa había fallecido, sin patrón decide buscar un comprador para su tesoro y
dos años después lo encuentra en el canciller de Perugia, Stefano Guarnieri,
que reunió en su biblioteca de Iesi una compilación de manuscritos de tres
obras de Tácito. Fue precisamente en el Germania
de Guarnieri en el que se basó la primera versión de imprenta, publicada en
Venecia en 1470. Tres años después se publicó en Nuremberg y en lengua
vernácula en Leipzig en 1496. Guarnieri ya había muerto por entonces y su
biblioteca es sucesivamente heredada por todos los primogénitos de la familia,
que tampoco le prestan demasiada atención.
Año 98 d.c.: Tácito reparte vicios y
virtudes entre la Germania salvaje del bosque y la Roma decadente de la ciudad.
El paisaje erizado y oscuro ha nutrido a una raza de guerreros de dureza
formidable. Los teutones son incivilizados, feroces, primitivos, moradores de
los bosques y los pantanos, indiferentes a los vicios que han corrompido Roma:
el lujo, la propiedad, la esclavitud o la sensualidad. Son hijos de la
naturaleza, de espíritu noble y puro, sin artimañas ni astucia.
Año 1871: Tras la unificación se funda
el II Reich alemán bajo el liderazgo del Reino de Prusia, su primer ministro
Otto von Bismarck, el canciller de hierro, y el reinado de Guillermo I, que se
proclama descendiente directo de Barbarroja y los Hohenstaufen.
Año 1790: Alessio Guarnieri clama al
cielo en su lecho de muerte porque su patrimonio caerá en otra familia gracias
al matrimonio de Ilaria, su única hija. La familia en cuestión es la de los advenedizos
y exitosos condes de Balleani que, gracias al comercio, dedican su fortuna a
construir un palacio en Fontedamo y una factoría mecanizada de sedas y demás
tejidos. Años más tarde sus sedas son premiadas por la Academia de Roma como
las mejores de Italia y las ganancias son invertidas en remodelar el otro
palacio heredado de los Guarnieri en Osimo. La historia de la familia no fue
tan bienaventurada como parece ya que a mediados del ottocento tuvieron que sobreponerse a una epidemia que afectó a los
gusanos y que acabó con su industria.
Año 1902: Cesare Annibaldi, profesor de
filología clásica, afirma haber descubierto lo que él mismo llama Codex Aesinas lat.8 (Aesinas: nombre latino
de Osimo) y traza la línea cronológica del enlace superviviente más íntimo con
el texto original. En los años veinte ejércitos de filólogos alemanes estudian
el texto de Tácito y viajan a Italia para ver al que consideran el manuscrito
más fiel al original del historiador romano, el Codex Aesinas. Piden el retorno del códice a su patria natural.
Entre ellos están Alfred Rosenberg y Heinrich Himmler.
Año 1935: Heinrich Himmler funda la
Ahnenerbe, organización académica perteneciente a las SS encargada de promover
la investigación sobre la antigüedad y los orígenes de la raza aria. Se
considera prioritaria la repatriación de antiguos textos que demuestren sus
tesis ya que representarían la legitimación de la política racial del III
Reich. Asimismo también considerarán fundamental recuperar el medio
paisajístico en el que se desarrolló la raza aria, por lo que se ordena la reforestación
de 143.000 hectáreas de suelo rural en el sur de Alemania. El siguiente paso ha
de ser la anexión al Reich de los territorios que antiguamente ocupaba el
bosque herciniano: Austria, Checoslovaquia y Polonia.
Año 98 d.c.: En el capítulo cuarto Tácito
ratifica la opinión de los que creían que Germania había producido un raza no
mezclada con otras mediante matrimonios entre familias cercanas. Al contrario
que en Roma las madres amamantaban a sus hijos, lo que produjo una gran
cantidad de hombres altos, fuertes, pelirrojos y de ojos azules, una raza pura
y peculiar, propriam et sinceram.
Año 1904: El conde Aurelio Balleani
siente una profunda desazón por no tener hijos y por tanto no poder dejar su patrimonio
en manos de un primogénito. Necesita un heredero. Acude a su hermana, que ha
tenido nueve, y selecciona al séptimo de ellos, Lelo para la familia, por una
razón de peso: le pusieron su mismo nombre.
Año 1936: Mussolini visita Berlín. Tras
despachar otros asuntos el Führer manifiesta su entusiasmo por la relación
histórica entre las dos naciones y aprovecha la ocasión para pedir que el Codex Aesinas vuelva a su patria.
Mussolini, autoproclamado guardián del legado del Imperio Romano, no sabe muy
bien de qué le están hablando y desvía la conversación. Tras hablar con sus
asesores, que le informan de la naturaleza y la propiedad del texto, el Duce
rechaza devolver el códice a Alemania por el momento pero le promete un
facsímil. El códice pertenece a un notable antifascista, el conde de Balleani.
Ese tesoro debe quedarse en Italia.
Año 1943: Mussolini ha sido derrocado y
los aliados avanzan desde el sur de Italia a gran velocidad. Las SS aparcan a
la puerta del Palazzo Balleani en Fontedamo. Ayudados por los fascistas locales
tiran la puerta abajo y rastrean palmo a palmo todas las estancias del palacio.
Por supuesto, el libro no está en la biblioteca. La rabia crece a medida que
pasan las habitaciones. Los frescos fueron raspados, el mobiliario arrojado por
las ventanas y la expresión Porca Italia
fue escrita en el salón principal. Al mismo tiempo en Osimo el conde y su
familia se esconden en el laberinto de galerías que están bajo su casa, de una
arquitectura maquiavélica del S.XVI preparada para resistir asaltos. La larga
lengua de un fascista local les ha avisado de lo ocurrido en Fontedamo y les ha
traído víveres y ropa para esconderse varias semanas. Les queda un tercer
palacio, el más antiguo situado en la plaza de Iesi, deshabitado desde hace
mucho y que ya han dado por perdido. Hicieron bien, pues los nazis habían dado
cuenta de él tal como hicieron en Fontedamo, la misma madonna que estaba en un nicho en la fachada acabó en el suelo de
la plaza, el mismo lugar donde nació Federico II.
Año 1966: Postrado en la cama del
hospital por insuficiencia respiratoria, Aurelio Balleani, Lelo para la
familia, recuerda su pasado en los últimos instantes de su vida. Sus últimos
días coinciden con un hecho que desconoce: las inundaciones provocadas por la
crecida del río Arno arruinan un palacio propiedad del Banco Siciliano en la
plaza de Iesi. En una pequeña dependencia anexa a la cocina, seguramente una
despensa, aparece flotando una caja revestida de estaño. Los bomberos logran
abrir la caja y aparecen unas letras mayúsculas rojas y negras: DE ORIGINE ET SITU GERMANORUM.